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Violencia sexual aqueja a 60% de indocumentadas en el norte

La ONG detalla que la trata de personas es el principal problema; incremento de barreras para cruzar a EU ha colocado a mujeres migrantes al borde de la marginación, afirma Colef
  • Por Redacción
Violencia sexual aqueja a 60% de indocumentadas en el norte

Para Yessenia, la vida en Ciudad Juárez no ha sido “nada fácil”. Ahora trabaja en una maquila, de la cual prefiere no dar el nombre, pues teme que la puedan despedir porque ella es migrante “ilegal”.

Antes de obtener ese empleo, estando en una plaza pública de esta ciudad, un hombre y una mujer se acercaron a ella para ofrecerle un trabajo, al cual ella denominó “peligroso”, pues explica que querían contratarla, junto con otras dos chicas, para ofrecer servicios sexuales en esa frontera.

El Comité Internacional de Rescate (IRC, por sus siglas en inglés) advirtió que las mujeres migrantes son las que más sufren violencia de género.

IRC explicó a La Razón, en voz de Estefani Beltrán del Río, coordinadora de Protección Transfronteriza, que “a medida que los niveles de violencia de género en México aumentan, para las mujeres y niñas en movimiento éste es uno de los principales riesgos que experimentan”.

Para ella, “un foco rojo de corrupción y problemas de trata de personas” son las ciudades fronterizas del norte, pues la violencia sexual es el primer problema al que se enfrentan las mujeres que piden asilo en Ciudad Juárez.

“El 60 por ciento de las mujeres enfrentan problemas de acoso sexual, incluso a través de redes sociales; es decir, la trata de personas es el problema número uno para ellas y luego le sigue la violencia económica, que va de la mano con la laboral”, refirió.

La salvadoreña Yessenia cuenta que el primer engaño lo vivió cuando publicó en la red social Facebook que era una buscadora de empleo y recibió una notificación, en la cual le pedían una fotografía de ella, de cuerpo completo.

Dos días después, por la misma red, le indicaron que se presentara en un domicilio que vio sospechoso desde el primer momento. “Se trataba de una casa de citas. Me dijeron que estaba muy desarreglada y mugrosa, pero que ahí podía bañarme y tener a mi hija conmigo en una casa al lado, pero no me dieron buena fe. Me fui, pero después me tocó que me quisieran dar trabajo de lo mismo en la plaza, a plena luz del día. Yo no quiero eso, yo quiero un trabajo que sea digno”, señala.

Desde el 2019, el IRC inició sus operaciones en México para responder a las necesidades humanitarias de las personas solicitantes de asilo atrapadas en la frontera de Estados Unidos como consecuencia de políticas como los Protocolos de Protección a Migrantes (MPP) y el Título 42; sin embargo, y a pesar de los esfuerzos de asociaciones civiles y grupos de ayuda, siguen existiendo casos como el de Yessenia.

“Aún tengo la esperanza de poder cruzar. En Ciudad Juárez he tenido que aprender muchas cosas, para sobrevivir con mi hija. Su papá se fue, pudo cruzar; supimos dos o tres meses de él, pero luego dejó de contestar mensajes. A los hombres hemos visto que les pagan más, que les es más fácil encontrar trabajo; siempre los que contratan preguntan si tenemos hijos, y si tenemos hijos a veces no te contratan. Yo tuve que decir que era sola, para que me dieran el trabajo, y encargo unas horas a mi niña con una señora que conocí cuando llegué, pero siempre estoy con el pendiente”, refiere.

El Colegio de la Frontera Norte (Colef) afirmó que las crecientes barreras a la migración hacia Estados Unidos, ya sea de manera regular o sin documentos, han colocado a las personas migrantes y deportadas en una situación de espera incierta y prolongada, y en el caso de las mujeres, al borde de la marginación y el peligro.

“Yo no creo que haya un empleo cien por ciento seguro cuando eres indocumentada, eres mujer y madre soltera; es como si todo se juntara para que nos vaya mal. Ahora en la maquila, las personas que tienen un poco más de estudios nos tratan mal; a mí me han dicho muchas veces que, si no me gusta la paga, me regrese a mi país. Conozco a muchas compañeras que les llegaron a pedir sus servicios de otra cosa, pues (sic)”, dice nerviosa Yessenia.

La madre de 31 años menciona que constantemente, en páginas de Facebook que supuestamente son de cosmetología o de clínicas de belleza, lanzan ofertas laborales para chicas migrantes, pero afirma que “todo es un engaño. No es un trabajo normal; cuando llegas, debes atender hombres. Hay quien sí se va y otras pues preferimos hacer limpiezas, la maquila o trabajar en alguna cocina económica”, describe.

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