El capo mexicano que tiene una añeja deuda con la DEA
Rafael Caro Quintero pasó de las calles terregosas de la comunidad La Noria, en el municipio de Badiraguato, Sinaloa, a ser considerado uno de los hombres más ricos del mundo, gracias a sus negocios ilícitos de siembra, cosecha y tráfico de drogas en la década de los 70 y 80 en México.
Nació el 3 de octubre de 1952 en la misma tierra que vería nacer años después a otro de los grandes capos del narcotráfico, Joaquín Guzmán Loera, El Chapo. De su familia se sabe poco, sólo que eran campesinos muy humildes; Rafael fue malo para el estudio y sólo logró aprobar el primer año de primaria.
Los problemas económicos lo llevaron a trabajar desde muy joven, pero pronto se enganchó en el mundo de las drogas; primero, como chofer de camiones, para después cultivar la marihuana y vender grandes cantidades a Estados Unidos.
Autoridades de aquel país estimaron que su fortuna llegó a alcanzar mil millones de dólares, suficiente para figurar en la lista de los más ricos del planeta de la revista Forbes, en la que sí fue incluido en 2009 su paisano y competidor, El Chapo.
Pero no sólo era un narcotraficante rico, era uno exitoso. Logró cooptar a policías y políticos que le brindaron protección, incluso, portaba credenciales que lo acreditaban como agente de la Policía Judicial Federal, gracias a lo cual logró construir una de las primeras estructuras criminales en México, el Cártel de Guadalajara, que junto a Ernesto Fonseca, Don Neto, y Miguel Ángel Félix Gallardo, El Jefe de jefes, controlaban la droga que ingresaba a EU.
Su fama era tal que varios grupos le compusieron corridos, uno de los más famosos, El R1, de Los Tigres del Norte, narra la vida de lujo y el ocaso de quien era conocido como El Narco de narcos.
Sin embargo, su suerte comenzó a cambiar el 6 de noviembre de 1984: un operativo del Ejército mexicano, informado por un agente encubierto de la Agencia Antidrogas de EU (DEA, por sus siglas en inglés) acabó con 540 hectáreas de sembradíos de mariguana en el rancho El Búfalo, en el municipio de Allende, Chihuahua. El golpe se calculó en 10 mil toneladas de la yerba que fueron destruidas por los militares, unos ocho millones de dólares de la época.
Cálculos de algunos policías señalaban que en ese lugar trabajaban hasta 10 mil personas, pero en esa ocasión sólo tres mil fueron arrestadas.
La pérdida de la droga y del rancho provocó la ira de Caro Quintero, quien se enfocó en identificar y descubrir al denunciante. Le llevó relativamente poco tiempo; tres meses después del operativo dio con el agente encubierto de la DEA, quien avisó a las autoridades mexicanas sobre las actividades ilegales en ese lugar: Enrique Kiki Camarena Salazar.
Caro Quintero, Fonseca Carrillo y Félix Gallardo planearon el secuestro, tortura y asesinato del agente de la DEA, de acuerdo con el reporte de la Operación Leyenda, que organizó la agencia norteamericana para investigar el crimen.
Kiki Camarena fue llevado a un domicilio en Guadalajara, Jalisco, propiedad de Rubén Zuno Arce, cuñado del expresidente Luis Echeverría Álvarez, donde fueron torturados brutalmente tanto el agente de la DEA como el piloto aviador mexicano Alfredo Zavala. Información de la DEA identificó al médico Humberto Álvarez Machaín como coparticipe en esta tortura. Se dice que gracias a sus conocimientos de medicina, y a pesar de ser ginecólogo, logró mantener con vida a Camarena para que sus captores obtuvieran toda la información sobre la presencia de agentes estadounidenses en México.
El asesinato de Kiki Camarena fue el primero de un agente de la DEA en el combate al narcotráfico, pero la tortura y que hayan tirado sus cuerpos a un rancho en Zamora, Michoacán, resultó una grave afrenta para la agencia.
Caro Quintero sabía que tenía que escapar, pero el amor por Sara Cosío, una joven tapatía, hija del exsecretario de Educación de Jalisco, César Octavio Cosío Vidaurri, lo traicionó.
La fuerte personalidad de Sara lo tenía deslumbrado y tan enamorado que no dudó en pagar 60 millones de pesos para que un exjefe policiaco, Jorge Armando Pavón Reyes, lo dejara escapar con ella en un avión privado que partió del aeropuerto de Guadalajara con destino a Costa Rica, donde permanecieron ocultos. Era el 17 de marzo de 1985. Apenas 17 días después, el teléfono sonó en la casa de los Cosío. Era Sara, entonces de 17 años, una joven voluntariosa y caprichosa que llamó a su familia para tranquilizarla.
Horas más tarde, la casa ubicada en la localidad de San Rafael Ojo de Agua, a unos kilómetros de San José, la capital, era allanada, y se puso fin a los días de lujo del capo. Vendrían 28 años de prisión, hasta el 10 de agosto de 2013, cuando fue liberado y, por escasos minutos, logró escapar y evadir a la justicia por 9 años.
La detención del Narco de Narcos le da a la DEA la posibilidad de cobrar la que es quizá, la más añeja deuda de justicia de esa organización.
EU alerta de viajes a México por riesgo de violencia
Tras la captura de Rafael Caro Quintero, la Embajada de Estados Unidos emitió una alerta a sus ciudadanos de que existe la posibilidad de que haya enfrentamientos entre organizaciones criminales y las fuerzas de seguridad en México, por lo que podrían encontrar mayor presencia policiaca en la zona de Sinaloa.
En un comunicado en su página web, recordó los avisos de viaje para Sinaloa y Sonora.
“Los ciudadanos estadounidenses deben esperar encontrar una mayor presencia policial mexicana tanto en Sinaloa como en Sonora. Los asesinatos de organizaciones criminales y las disputas territoriales pueden provocar que los transeúntes resulten heridos o muertos.
“La Alerta de Viaje del Departamento de Estado para Sinaloa es Nivel 4: No viajar por delincuencia y secuestro. El aviso de viaje para Sonora es de nivel 3: reconsidere viajar debido a delitos y secuestros”, subrayó.
Por lo anterior, llamó a mantener altos niveles de vigilancia y un perfil bajo, estar atentos a medios locales para informarse y, en caso de alguna emergencia, llamar al 911.
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