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Un lugar en silencio: Día uno, una invasión extraterrestre en NY

La nueva entrega, ahora bajo la dirección de Michael Sarnoski, se caracteriza por recrear pasajes claustrofóbicos; por momentos se vuelve previsible, no va más allá
  • Por Redacción
Un lugar en silencio: Día uno, una invasión extraterrestre en NY

Con Un lugar en silencio: Día uno, el llamativo ejercicio cinematográfico planteado por John Krasinski en 2018 —Amigos imaginarios (2024), y que dio pie a lo que ya se ha convertido en una saga, ahora en manos del director Michael Sarnoski —Pig (2021)—, vuelve a funcionar en su sentido básico.

Todo se trata de estirar los puntos de tensión al máximo durante la mayor parte de la película con base en un pretexto simple, en este caso la invasión de unas voraces criaturas extraterrestres ciegas cuyo sentido auditivo está superdesarrollado, además de que no saben nadar. Si los protagonistas no quieren ser deborados no deben de hacer ningún ruido.

Pese a lo anterior, no hay nada más que rascarle o agregarle a la propuesta, pues contrario a su predecesora, que pierde fuerza buscando hacer más elaborado el concepto, en Un lugar en silencio: Día uno entienden y asumen con plena conciencia de que lo más importante es generar las atmósferas y mantener el ritmo para hacer efectivos los sobresaltos, y que las únicas novedades que pueden ofrecer están en el desarrollo emocional de personajes dentro de una situación límite y el cambio de escenario.

La acción la llevan al momento exacto en que se da la invasión alienígena en pleno Nueva York y hacen bien en aprovechar el recurso para estar yendo y viniendo entre las entrañas de la metrópoli y elaborar tanto pasajes claustrofóbicos como escenas multitudinarias de migración silenciosa con violentas irrupciones, mostrando las monstruosas criaturas siempre de manera fugaz para intensificar el miedo, reservándose las visiones completas para el tramo final que busca mayor espectacularidad.

El otro acierto está en el perfil de la protagonista interpretada con convicción por Lupita Nyong’o —Pantera Negra: Wakanda por siempre (2022)—, una chica enferma de cáncer y con una fachada de hostilidad, quien por lo mismo irá en contra de la mecánica de escape, propia de estas historias de sobrevivencia, lo que la llevará a encontrarse con otro personaje cuya impotencia ante las circunstancias permite que los roles de género salgan un poco de lo convencional, contando además con la presencia de una mascota felina que sirve para hacer transiciones entre algunas de las secuencias, pese a que tienen que saltarse inverosimilitudes con respecto a ésta en cuestiones espaciales y de su propia naturaleza.

Todo lo anterior no son más que pequeñas variantes sobre un mecanismo probado y a veces predecible, que le dan una vida extra a la franquicia como mero entretenimiento, pero no para pensar que pueda ir más allá. La película, ya en cartelera, es un producto satisfactorio de momento, pero rápidamente olvidable.

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