El emblemático Salón Los Ángeles sigue celebrando sus 85 años de vida, de ser uno de los puntos de resistencia y cultura más importantes de la Ciudad de México, y el hogar indiscutible de los pachucos y rumberas de la capital, quienes, sin importar que llueve, truene o relampagueé (como ocurrió este martes) no dejan de acudir para raspar la chancla hasta el límite, al ritmo de las legendarias sonoras Santanera y Dinamita. De entre las más de mil personas que asistieron a la Catedral del baile de la colonia Guerrero a sacudir el esqueleto y presumir sus mejores pasos, destacaron, como en cada celebración o velada habitual, los parroquianos por excelencia: los pachucos, quienes, enfundados en sus coloridos y elegantes tacuches (confeccionados a la medida por sastres o por ellos mismos), siempre resaltan en la pista, sin importar la oscuridad o la multitud, para dar una cátedra dancística junto a sus compañeras las rumberas.
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