Parasyte: los grises, Netflix ahora si le saca provecho al anime y al manga
Hay conceptos del anime y el manga que por su naturaleza insólita y a veces hasta disparatada, difícilmente se podría pensar que funcionarían en medios distintos.
Quizás por ello es que para el traslado a formato en serie live-action de Parasyte dirigido por Yeon Sang-ho, decidieron apostar por sólo retomar el universo que este plantea en papel, dejando por el momento de lado a su protagonista —pues queda claro que la puerta está abierta para que luego regrese a reclamar su lugar—, lo cual afortunadamente se convierte en uno de sus principales aciertos.
Y es que aunque aquí, a diferencia de lo que sucedía en la obra original, es un tanto endeble la explicación del cómo es que ante el ataque de las extrañas esporas que caen del cielo para devorar los cerebros de la personas y apoderarse de sus cuerpos, una de estas criaturas no consigue por completo su cometido y termina teniendo que coexistir con su anfitrión; esto les permite a la propuesta tomarse las libertades necesarias para desarrollar un personaje propio, cuyas habilidades físicas no son tan delirantes como las del otrora protagonista llamado Shinichi, cuyo ente invasor recordemos solo controlaba uno de sus brazos —el cual incluso hablaba— para así moderar el tono del concepto y establecer reglas un tanto más convencionales pero igual de lucidoras a la hora de la acción.
Del mismo modo, al no recurrir a una comunicación externa entre las dos conciencias que ahora comparten un cuerpo, desarrollan una especie de introspección a través de la cual exponen las fracturas en la autoestima de la chica en cuestión denominada como mutante, otorgándole así un interesante trasfondo psicológico a la trama que se retuerce entre persecuciones y operativos como resultado de la reacción gubernamental ante la terrorífica amenaza, generando una intriga de implicaciones políticas y religiosas que apunta a la manipulación del rasgo de comunidad propio del ser humano y sus sociedades, en la que se ven involucrados personajes que pasan convenientemente de la empatía a la aversión para evitar estacionarse en el estereotipo.
Así entonces, no estamos hablando de una adaptación del manga Parasyte de Hitoshi Iwaaki —publicado en México por Editorial Planeta— en el sentido estricto de la palabra, sino de una más que efectiva extensión de la franquicia, la cual sin duda disfrutarán los fans, para quienes además esta se guarda una prometedora sorpresa hacia la parte final, y resultará muy entretenida para el público en general.
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