Entre gritos, aplausos, abrazos, lágrimas... viven el eclipse solar en Mazatlán y Torreón
“¡Dos minutos, un minuto!” gritaban ayer con entusiasmo las miles de personas que se congregaron en Mazatlán, Sinaloa, uno de los principales puntos de México para admirar el eclipse solar. Conforme se iba oscureciendo la algarabía crecía, algunos lloraban de la alegría, otros más aplaudían y unos más se abrazaban al ver la bella postal frente a sus ojos: el mar, un cielo pintado como en un atardecer y en su punto cumbre, las 11:07 horas, la Luna cubriendo totalmente al Sol, dejando ver un luminoso aro. La marea bajó y también la temperatura; las aves volvieron a sus nidos.
“Es como si el planeta hubiera abierto su ventana para ver el universo”, son las palabras del fotógrafo y bailarín Daniel Lugo, quien no dimensionaba lo que viviría.
“Sabes que va a suceder un evento astronómico, has leído en los libros de ciencia, quizá viste un video, pero no comprendes la majestuosidad hasta que lo vives. Hay mucha energía, la gente se empieza a emocionar, hay una euforia personal y colectiva”, compartió a La Razón Daniel Lugo.
Personas de distintos puntos del país, así como turistas de Colombia, Japón, Alemania y Estados Unidos, entre otros, vivieron en comunión esta experiencia, portando lentes especiales. Aficionados y astrónomos con sus telescopios aprovecharon para ver otros planetas.
“El mar se veía chido, había como un atardecer espectacular, es una experiencia única. La emoción sin duda aumentó conforme se iba tapando el Sol con la Luna”, contó Raúl Campos, quien viajó a la ciudad sinaloense para presenciar el eclipse.
Algunos recibieron el eclipse con danzas prehispánicas y Delfos Danza Contemporánea bailó en la playa la obra Manglar.
Después de cuatro minutos, a las 11:11, en Mazatlán “volvió a amanecer” y con ello, el caluroso clima playero regresó, la banda sinaloense sonó, ante una emoción que todavía se percibió.
CRISTO cerca del eclipse. El evento astronómico fue recibido con los brazos abiertos por el enorme Cristo de las Noas de Torreón, Coahuila, ante los miles de asistentes que ahí se dieron cita para ver con sus propios ojos cómo “la ciudad de los grandes esfuerzos” se oscurecía a pleno mediodía.
El histórico momento fue precedido por una parafernalia típica de un evento astronómico de esta magnitud, desde días anteriores, los aeropuertos y terminales del centro y norte del país estaban abarrotados por gente que llevaba telescopios y casas de campaña para acampar y no perderse ningún momento del eclipse.
Por su ubicación única, uno de los puntos más cotizados de Torreón fue la cima del Cerro de las Noas, al cual se accede desde un teleférico que, desde las ocho de la mañana, ya tenía a gente haciendo fila.
Niños disfrazados de astronautas, aliens y hasta tiranosaurios daban fe de quiénes eran los más emocionados por el evento. Figuras de dinosaurios con lentes especiales así como una banda independiente de músicos jóvenes, contagiaron el entusiasmo las horas previas al eclipse.
“Nunca he visto un eclipse solar, pero creo que también se va a vivir mucha emoción”, destacó uno de los percusionistas de Laguna Marching Band, quien amenizó la mañana con algunas canciones famosas como “Dancing Queen”, “Así fue“ y el himno de la entidad, que fue entonado a los pies del enorme Cristo de hormigón.
Por todo el complejo abundaban las referencias al fenómeno astronómico: inflables de planetas, globos de la Luna y la Tierra y centenares de lentes solares con certificación que permanecían colgados de lazos y hasta vigilados por la policía.
No sólo visitantes nacionales acudieron a Torreón para ver el eclipse, pues los turistas extranjeros también se hicieron presentes, algunos incluso con equipo más sofisticado, como es el caso de un visitante de Japón, quien compartió a La Razón que no es el primer eclipse que vivía. “Es un hobby que comenzó gracias a un amigo, he visto ya otros eclipses en otras partes del mundo, como el que sucedió el año pasado en Timor Oriental. Mi parte favorita es el momento de la totalidad, cuando todo oscurece”, explicó emocionado.
Mientras la mayoría de la gente se tomaba selfies y esperaba el inicio de la parcialidad, María Esther, de 60 años recordaba el eclipse de Ciudad de México, 33 años atrás: “Sentía algo de temor, de cautela, porque no sabíamos muy bien qué es lo que podía pasar o cómo se iba a ver, pero ahora es diferente, se siente mucha emoción, especialmente vivirlo con mi familia”.
Muchos niños no pudieron ver el acontecimiento de 1991, ya sea por desinformación, desinterés o la falsa creencia de que podía ser perjudicial para la salud verlo aún con protección.
Hoy son los niños quienes llevaron a sus padres a ver el evento. Romina, quien acudió con un traje inflable de Tiranousaurio.
La cuenta regresiva de algunos de los asistentes fue lo que motivó gritos de emoción de niños y adultos, hasta que los primeros visos de la Luna cubriendo el astro solar pusieron a los espectadores a aplaudir y gritar con alegría.
El momento cumbre de la tarde ocurrió a las 12:17, cuando la totalidad de nuestro satélite natural cubrió el Sol, la temperatura bajó y Torreón se oscureció como si de un súbito atardecer se tratara.
Muchas personas celebraron gritando, algunas parejas se besaron mientras otros grababan el momento y algunos incluso veían el disco solar olvidando la protección por el éxtasis del momento. Los pájaros cantaron los trines típicos de un atardecer y las luces de la ciudad daban el telón de fondo perfecto para las fotografías del recuerdo.
Cuatro minutos después y así de inmediato como se fue, la luz regresó poco a poco, animando una vez más a aplaudir.
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