Cambios en nuevo plan, hasta en cómo se sientan
El nuevo modelo educativo que se implementará el próximo ciclo escolar no sólo busca modificar los contenidos, sino hasta la evaluación numérica que se hace a los alumnos para medir sus aprendizajes e incluso la forma en que éstos toman asiento en los salones de clases.
Una conferencia de Ángel Díaz Barriga, investigador por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien forma parte de los materiales de familiarización distribuidos durante la sesión del Consejo Técnico Escolar (CTE) del viernes pasado, expone dichos detalles y asegura que uno de los retos en este momento es que el magisterio se acerque al nuevo proyecto.
Para concretar la transformación del plan de estudios en marcha, sostiene que se debe construir una escuela diferente al proyecto pedagógico implementado desde el siglo pasado, con el cual se ha mantenido la misma estructura dentro de los salones de clases.
“El docente mantiene centrada la exposición de temas e insiste en un plan de estudios organizado por materias, donde todos respeten la lógica de la disciplina, pero que realmente resulta un modelo difícil de aprender y vincular con la realidad. Esa estructura de salón de clases, hecha fundamentalmente para que haya un pizarrón al frente y para que el profesor tenga su escritorio y desde ahí hable”, menciona.
Por ello, se indica que se deberá encontrar una forma en que las y los estudiantes no continúen sentándose uno detrás del otro “y sólo veamos la nuca del compañero”.
“Sabemos que no hay recursos económicos para cambiar las aulas, pero reconozco que hay mucha creatividad en los docentes para reorganizar lo que se hace en el salón de clases de otra manera”, refiere.
Por ello, recalca que otra de las tareas será eliminar el rol que han asumido las y los estudiantes, quienes se han dedicado a escuchar las clases, tomar apuntes, estudiar lo que el o la profesora indica y repasar el tema para el examen, así como hacer ejercicios de los libros de texto.
Remarca que “el gran error” ha sido no ayudar al alumnado a que se cuestione sobre lo que quiere aprender y trabajar sólo en aquello que se vincula con una calificación, por lo que la apuesta será “transformar el concepto de calificación a evaluación formativa”.
Aunque no mencionó en forma directa que se buscará desechar las calificaciones numéricas en la escala del 1 al 10, como se ha hecho desde hace varias décadas, Díaz Barriga señala que esta estrategia, así como las pruebas estandarizadas, “no logran reflejar lo complejo de un proceso como el aprendizaje”.
Además, argumenta que asignar un número para evaluar una actividad es una práctica que no surgió desde la pedagogía ni desde la didáctica, por lo que insistió en que “tenemos que lograr ver cómo establecemos una evaluación formativa”.
Para ello, expone una técnica en la que se apostará por la retroalimentación y autorreflexión, con base en “mecanismos informales” que también deberán ser construidos por las y los docentes, pero que a la vez esto no se convierta en un “formato”.
Asimismo, “invita” al magisterio a trabajar para que las familias acepten “otro medio de comunicación de lo que sus hijos hacen, que no sea la tradicional boleta de calificaciones”.
Y es que subraya que los cambios implicarán mayor participación de las madres y los padres, pues, con la llegada de la pandemia, éstos se involucraron más en las actividades de la escuela y “ahora se debe cuidar que no salgan”, por lo cual deberán colaborar para identificar problemas en el entorno de los planteles y la comunidad, de forma que la realidad también sea “un libro” de aprendizajes.
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