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Víctimas de la L12 todavía no logran llevar una vida normal

Adriana no ha vuelto a trabajar como empleada doméstica, pues las secuelas se lo impiden; Enrique no se atreve a subirse al Metro, por el trauma que le dejó el accidente
  • Por Redacción
Víctimas de la L12 todavía no logran llevar una vida normal

A dos años del colapso de una trabe de la Línea 12 del Metro, la vida de Adriana Galván, una de las víctimas de la tragedia, nunca volvió a ser la misma. En entrevista con La Razón, la mujer de 62 años contó que ha tenido que enfrentar las secuelas del accidente de la noche de ese 3 de mayo del 2021, cuando se dirigía a su domicilio después de un día de trabajo. Desde entonces, la señora Galván, quien era empleada doméstica, no ha podido volver a trabajar, debido a las secuelas neurológicas que le impiden hacer actividades básicas como escribir o sacudir.

“Yo venía de regreso de mi trabajo, venía ese día muy cansada, yo nunca me duermo, y ese día desgraciadamente sí me quedé dormida ahí sentadita, me dio un sueño tan profundo que no sentí cuando llegamos a Los Olivos, donde fue el accidente”, contó.

Con un nudo en la garganta, la señora Galván aseguró que desde ese día su vida quedó “fracturada”, pues además de las secuelas físicas, el accidente considerado el más severo en la historia del Metro, también impactó en su salud mental.

“Para mí ha sido un calvario y un tormento todo esto, no puedo ver la mía, al grado de que no nada más con psicóloga, sino también con psiquiatra, no he regresado a mi vida al 100 por ciento como hubiera querido, ni siquiera he podido regresar a trabajar, ya no puedo, incluso para mis cosas del hogar pido ayuda”, explicó.

A 24 meses de los hechos, las autoridades capitalinas únicamente la han ayudado con algunos medicamentos, explicó la mujer, por lo que su principal apoyo en todo este tiempo ha sido su sobrina María de la Luz, quien le ayuda con los alimentos.

“Para mí es frustrante, porque yo quisiera ayudarla a ella, pero no puedo. No he podido salir adelante, tengo que estar tomando hasta Diazepam que me indicó el psiquiatra, aparte de todo lo que tomo para los dolores”, expresó.

Por ello, Adriana pidió a las autoridades “ponerse en el lugar” de las víctimas y brindarles apoyo.

A la fecha, esta víctima aún no se anima a volver a utilizar el Metro, aunque sabe que tendrá que “hacer fuerte su corazón” para dar un paso adelante.

Enrique Bonilla, de 59 años, tampoco ha podido subirse al Metro desde mayo de hace dos años, no sólo por el trauma que le dejó esa vivencia, sino también porque el accidente le ocasionó la pérdida de movilidad en una pierna y en la columna, además de dolores de cabeza crónicos.

“Apenas empecé a volver a pasar por ahí, cuando tengo que ir a algún tratamiento o a visitar a alguien, cuando volteo a la Línea 12 me entra una inquietud, una desesperación, que mejor me agacho, yo a esa línea no me vuelvo a subir y ni verla quisiera”, lamentó.

Ha sido gracias al apoyo de sus familiares, vecinos y un bastón que tendrá que usar de por vida, que el señor Bonilla ha logrado continuar con su vida pese a lo difícil que le ha resultado.

“Yo bajaba en Olivos cuando vi que se fue la luz y sentí un fuerte estruendo, al abrir los ojos yo estaba entrelazado en los tubos, percibí mucho humo y muchos gritos de ayuda. Por la desesperación yo me perdí ahí, fue algo que no quisiéramos recordar”, enfatizó.

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