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Fiesta, protestas y agresiones en regreso de toros a la México

La plaza registra lleno total; también vuelven protestas de antitaurinos, algunos con acciones más violentas como pintas y hostigamiento a aficionados
  • Por Redacción
Fiesta, protestas y agresiones en regreso de toros a la México

Mientras adentro de la Plaza México se reanudaban las corridas de toros tras casi dos años de estar suspendidas, cerca de 500 ciudadanos marcharon del Ángel de la Independencia hacia el coso de Insurgentes para manifestar su repudio a la llamada fiesta brava.

Mediante consignas y a través de mantas y pancartas, los antitaurinos llegaron hasta las afueras del recinto y vandalizaron con pintas algunos de sus muros luego de que fracasaran en su intento por derribar la reja de acceso e ingresar.

El portazo fue intentado por un grupo radical que se distinguía del resto por portar capuchas y por su agresividad hacia los aficionados a la tauromaquia.

Algunos lograron escalar la reja, pero al no poder ingresar lanzaron algunas piedras y botellas de plástico.

En varias de las pancartas que portaban los inconformes, muchos de ellos vestidos de negro y con rostro y ropa pintados de rojo, se podía leer: “El matar toros no es ni cultura ni tradición” o “En su mirada no hay violencia ni dolor, sólo deseo de vivir”.

Por momentos se presentaron algunos incidentes, ya que los manifestantes intercambiaron insultos con comerciantes informales y aficionados, lo que generó tensión, sin que las cosas pasaran a mayores, por la presencia policiaca.

La movilización fue convocada a raíz de que el pasado jueves la Suprema Corte de Justicia de la Nación revocó la suspensión que impedía la realización de corridas de toros en la Ciudad de México.

La resolución del máximo tribunal del país permitió que ayer se reanudaran este tipo de eventos, que estuvieron suspendidos durante casi dos años, ya que la última corrida se había realizado el 15 de mayo del 2022.

Al respecto, Mayte Escamilla, integrante del colectivo Animal Héroes, dijo a La Razón que “es inconcebible que esto sea considerado un deporte y que una gran cantidad de gente asista”.

Comentó: “Nosotros recorrimos gran parte de Insurgentes para llegar aquí y para decir que no vamos a permitir que esto trascienda, que por ahora tienen el permiso, pero vamos a seguir manifestándonos por los derechos de quienes no tienen voz”.

La joven de 29 años de edad afirmó que “no todo lo que es arte para unos, es divertido para ellos, los toros, quienes no tienen voz para defenderse”.

En tanto, algunos manifestantes, varios de ellos con cabezas de toro o cuernos, se acercaron a la terraza de un restaurante cercano a la Plaza México y junto a los sorprendidos comensales empezaron a gritar: “Asesinos, asesinos”, mientras sostenían sus pancartas de rechazo a la “masacre de toros”.

Tras unos minutos este grupo se retiró del lugar y se dirigió nuevamente a los alrededores del coso, en donde los antitaurinos permanecieron varias horas, durante las cuales realizaron algunos performance para expresar su rechazo a la reanudación de las corridas.

Alrededor de las 17:00 horas algunos de quienes están en contra de esta práctica cerraron el Eje 5 esquina con Insurgentes, para gritar: “Queremos vidas, no corridas”, “Toros si, toreros no”, “Torero, asesino, hay sangre en tu dinero”, pero minutos después permitieron el paso de los automovilistas.

Cabe recordar que el pasado 23 de enero, la Comisión de Bienestar Animal del Congreso capitalino aprobó reformar la Ley de Protección a los Animales con objeto de que se prohíba beneficiarse de animales para celebrar espectáculos en espacios públicos y privados.

Pero en el dictamen se dejó fuera a las corridas de toros, al no considerarlas actos de crueldad ni de maltrato animal, lo mismo que las peleas de gallos y el jaripeo, actividades que seguirán permitidas, según las leyes locales.

Ante los tumbos, rumores, silencios álgidos y espectáculos masivos que lo lustraron con creces, el monolito taurino más grande del mundo volvió a la vida que le fue destinada más de 600 días después de una voluntariosa –de todos– dejadez de una fiesta en medio, como era de esperarse, de reclamos en forma de marcha-batucada, interrupciones de tránsito, gritos, enfrentamientos, cohetones y pedradas.

La Ciudad de México ya huele de nuevo, entre otras sempiternas exquisiteces, a corrales. La afición, advertida, acudió, y la ganadería dejó todo que desear.

Cerrar una plaza no puede significar, y esto para las planas punitivas, el fin de la tauromaquia. Ningún candado podrá con el sofisticado equilibrio que resguardan los ganaderos en los rincones propicios de la genética amorosa. Ni con la fantasía de mandar en el ruedo de la vida de un joven torero. Ni con la consistencia de las pasiones de los tendidos que siempre encontrarán el cauce en cualquier pretexto. Ni con las toneladas de carne que sin orden sacrificial llegan inclementes a todas las mesas.

Pero por eso es inconcebible que hoy volvamos a acomodarnos en las localidades inflacionadas sin andar desasosegados. Todos los que atravesamos el ayuno acudimos a la cita taurina conscientes de que el ritual en algo se transformó en la ausencia de cada uno de los parroquianos, incluso entre los no comulgantes, los más puntuales.

De ninguna forma debe considerarse sólo un triunfo el que la reapertura de la Plaza México se haya decidido en algún tribunal, mucho menos en un contexto donde la legalidad no va de la mano de la razón. De ninguna forma los mínimos impulsos del recaude de firmas proapertura deben verse sólo como aportes sinceros de una movilización invisible.

Y no hubo agua de azahar para los astados encartelados que el respetable, desde temprano, reclamaba al juez. Con nombres rebosantes de simpatía (Ministro, Tortolito, Mar de nubes con sus 590 kilos de nada, etc), los bichitos de Tequisquiapan no hicieron más que para abucheos y escarceos del respetable que luego ni supo a lo que aterrizó sin toro. Ni siquiera pudieron con los esfuerzos de Joselito o Silveti.

Ni qué decir de la suerte que le estuvo reservada a un Roca Rey que no ha podido ver la suya en México, y tuvo que comerse un toro cuando ya ni la esperanza había de que la noche cantara.

De cierraplaza, vaya este espacio en homenaje a una artista mexicana que tomó de los toros la emoción de vivir un instante en lo más alto. Mientras moramos en una ciudad sin lidia, vio la luz el esfuerzo de Norma Lojero, Las crónicas de Pepe Faroles y otras escrituras (FCE, 2022), el rescate textual del espíritu táurico de la sinigual Josefina Vicens, al que hay que acudir siempre que, en esta bronca de cojinazos, se quiera la luz para brillas mejor.

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