Tótem, la agridulce intimidad del drama cotidiano
Esta vez Lila Avilés y su naturalismo se alejan del estatismo que constreñía su celebrado trabajo titulado "La Camarista" (2018), para obedecer a un ímpetu mucho más orgánico y con cierto aire a la austeridad del Dogma 95, encontrando así la belleza en lo imperfecto de la convivencia para elaborar el microcosmos de lo cotidiano donde la humanidad queda expuesta en carne viva, con los sentimientos chocando, entrelazándose y revolviéndose ante lo inevitable, mientras el dramatismo inherente a la existencia inunda la pantalla.
Con el eco de un deseo infantil flotando en el aire desde el preludio de la cinta, y la fatalidad materializada por los pálidos reflejos de luz que se cuelan por las ventanas y puertas, la cámara recorre los rincones replicando el punto de vista de una niña que acude a la casa de su abuelo donde convalece su joven padre enfermo de cáncer.
Incluso esas miradas furtivas que de manera incidental le revelan más de lo que el mundo adulto quisiera, están en Tótem y sirven para dimensionar a partir de los pequeños detalles las diferentes formas en que los miembros de la familia se han visto afectados por el deterioro físico y emocional de uno de sus seres queridos, así como sus reacciones de amargura, enojo, condescendencia e intentos de evasión ante el duelo que se ha vuelto una constante aún antes de que llegue la perdida.
La interacción entre los protagonistas se beneficia con un reparto integrado por actores poco explotados en la pantalla grande, pero que lucen siempre comprometidos y entienden a la perfección el tono cauto del desarrollo con las emociones siempre al borde del precipicio, alimentando así la tensión en las relaciones dentro de un mosaico donde las piezas se recorren desgastándose hasta dar forma a un agridulce celebración.
Hay que agregar que la honestidad en lo minucioso de la puesta en escena permite que los aspectos costumbristas presentes conecten con la idiosincracia mexicana sin caer en innecesarios folklorismos, para que así la trama adquiera identidad a través de un contexto específico, mientras por otro lado se apoya en la circunstancia general del tema para no perder universalidad.
Es cierto que a veces Tótem puede ser demasiado parsimoniosa para el público acostumbrado a lo vertiginoso de las producciones con afanes más comerciales, pero quienes se tomen el atrevimiento de salir de ahí y mirar este otro cine se encontrarán con un pasaje profundo y cautivador, uno que habla sobre lo humano de afanarse en las preguntas para encontrar consuelo y seguir pese la falta de respuestas que quizás nunca llegarán. En cuanto al cinéfilo empedernido, saldrá más que satisfecho.
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