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Regresa el thriller político Un extraño enemigo

Esta nueva temporada, que conjuga realidad y ficción, se centra en el sexenio del presidente Luis Echeverría y retrata sucesos como El Halconazo; Gabriel Ripstein asegura que no busca decir “ésta es la verdad histórica”
  • Por Redacción
Regresa el thriller político Un extraño enemigo

La serie Un extraño enemigo regresa para seguir contando los sucesos ocurridos después del movimiento estudiantil y matanza de Tlatelolco en 1968. La producción, dirigida y creada por Gabriel Ripstein, con quien La Razón platicó sobre el estreno de su segunda temporada, aborda uno de los más importantes sexenios de la historia de México, el del entonces presidente Luis Echeverría.

La serie profundiza en el tema de la militarización del país en los años 60 y 70, ¿qué opina de que en la actualidad es un tema que ha vuelto a causar controversia? Es importante mencionar que soy un cineasta, no soy un politólogo ni un historiador, por lo que es un tema que abordo con muchísimo respeto y cautela en términos de lo que significa para mí la producción en cuestión de la política actual, ahí es donde dejo que el espectador haga las conexiones que quiera hacer, si es que las quiere hacer, si encuentra comunes denominadores ¡venga! Pero la intención es justamente clavarnos en un periodo de la historia de este país que no se ha contado tanto desde un recuento puntual con nombres y apellidos, en muchos casos, de lo que pasó en ese entonces.

¿Qué aspectos del sexenio de Luis Echeverría se abordan? La intención es justo contar sobre ese momento en particular y, principalmente, encontrar la causalidad que viene desde la primera temporada, la cual se sitúa en 1968, a eso se le suma El Halconazo (1971) que da como resultado la guerrilla urbana, no hay de otra, los jóvenes siguen saliendo a las calles, pero ahora hay un diálogo en el que dicen que ya no van a traer pancartas sino pistolas, dicho y hecho. La serie en sus dos temporadas busca momentos muy precisos de la historia de México, el no conocer la historia es volver a repetirla, coincido totalmente.

Sin duda, ese sexenio marca la historia de este país para adelante: la invención de las crisis económicas inusitadas, como la del final del sexenio de Echeverría, o la Guerra Sucia que se detona en ese periodo y que dura muchos años más.

En cuestiones de política ¿qué tan difícil es escribir sobre estos temas? No hubo nada de censura, de hecho hubo muchísimo apoyo con Amazon y con Televisa, que son los productores de la serie, me sentí muy respaldado. Al hablar de la arena política, hay un momento en el que ya se vuelve una mezcla entre mi imaginación y lo que hay en el guion, el qué pasa a puerta cerrada o el saber cómo se dicen las cosas, en realidad es como yo me lo imagino, en ningún momento pretendo decir “¡Ésta es la verdad histórica!”, para nada.

¿Cómo se imaginó a los políticos de aquella época? Los mexicanos somos muy de “formas”, ahora súmale que son políticos que viven la politiquería y el rollo de la formalidad, que son del PRI monolítico, a puerta cerrada y sentados enfrente de Luis Echeverría ¿cómo hablarían? Es un ejercicio de ficcionar una serie de escenas, que de hecho nadie vio, nadie ve y nadie sabe porque nadie conoce qué pasa a dentro de las paredes de Palacio Nacional, ése es el reto interesante y divertido, porque permite jugar mucho con el texto y el subtexto, pues son estos políticos que en público son de “señor secretario, muy agradecido con usted ¡sigamos trabajando juntos!” y, por debajo de la mesa, se están clavando un puñal, eso a nivel de ficción es muy interesante retratarlo, todas las escenas son de balance de poder; entonces, ese juego es divertido.

¿Cómo fue la selección del elenco y el trabajar con ellos? Como director, la decisión más importante es sin duda elegir a los actores, es algo que hago con mucho cuidado y me tomo mi tiempo. Aquí, repetían muchos actores por lo que ya somos como una especie de familia, entonces ya nos entendíamos muchísimo más rápido en el set y los nuevos que llegaron son fortísimos, tenemos, por ejemplo, a Fernando Bonilla, Paulina Dávila o Alejandro Nones.

Trabajo mucho tiempo con los actores, no necesariamente me gusta ensayar, pero sí me gusta hablar; entonces, es un privilegio trabajar con actores de ese calibre.

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