Pinocho de Guillermo del Toro, un relato oscuro y encantador
Fiel a su depurado estilo que se nutre de las líneas más oscuras que definen de origen los cuentos de hadas, reinventándolas con iguales dosis de cariño y fascinación, Guillermo del Toro en compañía de Mark Gustafson —Mr. Resistor (1994)— hace suya la emblemática creación de Carlo Collodi, Pinocho, para ofrecer un relato tan encantador e irresistible como oscuro y en veces siniestro. El realizador mexicano estrenó la noche de ayer su más reciente cinta en el Festival Internacional de Cine de Morelia.
Ponerle de inicio un rostro idílico en la línea de las versiones clásicas a la tragedia que vive el célebre carpintero italiano, además de servir para explorar los antecedentes de la trama principal, deja muy en claro que en este caso el protagonismo no sólo le corresponde a la marioneta, y establece un escenario con bases listas para la sólida contextualización política y social, que luego habrá de ser la materia prima con la cual se desarrolle uno de los pasajes clave, relacionado directamente con el fascismo y la Segunda Guerra Mundial.
Pero el umbral que marca la entrada a la visión bella y retorcida de la fantasía, que suele entregar el también responsable de películas como El laberinto del fauno (2006), llega con la génesis de Pinocho a través de un pasaje febril, impulsado por el dolor de la pérdida no superada e inmerso en los efectos del alcohol. Una secuencia plagada de códigos visuales sacados directamente del cine de horror, entre ellos el uso de las sombras deformándose en las paredes como alucinante proyección de las acciones, las cuales habrán de ser la constante durante todo el trayecto, permitiéndose de paso guiños a la obra original, tales como los “accidentes” que sufre el que aquí es un grillo con pretensiones de escritor, cuya presentación en papel era muy corta y bastante violenta por decirlo de alguna manera.
Claro que el deslumbrante diseño de las entidades, criaturas y demás personajes alude a la extravagancia y diversos aspectos mitológicos para sacarles de las convenciones establecidas por otras versiones mucho más ligeras. Pero lo que hace por momentos la gran diferencia es la manera en que se mueven, empezando por el muñeco de madera en cuestión cuya articulación llega a ser inquietante y hasta siniestra.
Ahora, lo más importante dentro de lo que también se convierte en una espectacular epopeya salpicada de elementos bélicos, es el replanteamiento críptico que ofrece entre analogías religiosas y prejuicios sociales, de la enseñanza principal con respecto a lo que significa volverse humano.
Esta nueva interpretación de Pinocho es una obra brillante y atrevida, no sólo de la animación, sino del cine en general. Es mucho más compleja de lo que parece, sin renunciar nunca a una clara vocación por el entretenimiento y su búsqueda del gran público, la cual ha iniciado con su proyección en el marco de la edición 20 del Festival Internacional del Cine de Morelia, y encontrará su momento más álgido con su llegada a la plataforma de Netflix.
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