Muerte, muerte, muerte: ¿Vale la pena ver la nueva película de terror?
No cabe duda que además de que la estupidez humana y la hipocresía, ya sea por separado o en conjunto, llegan a ser terroríficas, también pueden resultar materia prima ideal para elaborar una sangrienta comedia de humor negro, capaz de mostrar los alcances de la naturaleza humana, que a veces rayan en el ridiculo..
Muestra de ello es “Muerte, Muerte, Muerte”, producción dirigida por Halina Reijn —“Instinto” (2019)—, quien toma la vieja fórmula del grupo de personas, cuyo vínculo se ve puesto a prueba ante una situación límite, para no sólo hurgar en el interior del endeble tejido emocional que lo sostiene, dejando que las verdades incómodas en conjunción con las inseguridades empujen el desastre, sino también darse el tiempo de reírse de la falta de sentido común que se ha convertido en el denominador de nuestra época.
De tal modo es que aquí nos encontramos con un puñado de veinteañeros reunidos dentro de una lujosa mansión en medio de la nada y con una implacable tormenta como telón de fondo, cuya noche se convierte en pesadilla cuando comienzan a morir en distintas circunstancias.
La estructura base y los lineamientos del desarrollo son claros y predecibles, la convivencia como detonador y la búsqueda de la identidad del asesino como objetivo; dejando que la forma en que se suscitan los asesinatos o aparecen los cadáveres se convierta en lo más entretenido.
Sin embargo, la ambigüedad de las actitudes y la tensión que esto genera entre los personajes es lo que permite que realmente funcione la propuesta, pues, así como intensifica el ritmo y genera las expectativas alimentándose de cada secreto revelado y las reacciones que provoca, deja en evidencia la frivolidad a la hora de relacionarse en una época donde las redes sociales marcan el paso y que se supone que estamos más comunicados que nunca.
Claro, tampoco estamos hablando de que exista un discurso profundo o que se trata de una exposición crítica ni mucho menos, tampoco que se adentre en cuestiones patológicas como en películas tipo “Malos Pensamientos” (1998), pero se agradece que la fórmula, aunque llega extenderse de más en su primer tercio buscado el efectismo de la provocación, y para nada evita los lugares comunes; al menos no sea condescendiente.
En “Muerte, Muerte, Muerte”, las salpicaduras de sangre van acompañadas de una buena cantidad de sorna contra el clasismo y la frivolidad, para aderezar su pretensión como entretenimiento, con la cual vaya que cumple.
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