Mansión Embrujada, otra película salida de un parque de diversiones
En esta nueva Mansión Embrujada —hubo otra protagonizada por Eddie Murphy en 2003—, hay una clara falta de pretensiones más allá del entretenimiento, además de una enorme fidelidad para consigo misma como película surgida del concepto de una atracción de los parques temáticos de Disney, la cual por cierto ya tiene más de cincuenta años y recién fue retomada para el especial Muppets Haunted Mansión (2021).
Son precisamente ese par de aspectos, aunados a una llamativa interpretación de las atmósferas de Nueva Orleans, y el desempeño de un elenco oficioso y dispuesto a pasarla bien con la idea de que no se trata más que de jugar a asustarse; lo que hace que, pese a lo predecible de prácticamente todas las situaciones, el trayecto sea llevadero entre pequeños gags, sobresaltos de fórmula y algunas secuencias con aire a los viejos cartoons de Halloween, donde los recorridos van acompasados por música espeluznante.
La simpleza de las reglas sobre las cuales funciona el mundo sobrenatural a partir de la casona en cuestión, lo mismo que lo esquemático de la trama sobre una joven madre y su hijo que junto a un peculiar equipo buscarán librarse de una horda de fantasmas que no les permiten irse, se sostiene del encanto particular con el que cada uno de los actores encuentra su momento entrañable al margen de la línea principal del personaje central, quien entre la comedia y sin dar demasiados rodeos pasará del cinismo y la tristeza a iniciar un proceso de perdón que le permitirá superar la pérdida y el dolor. Claro, no nos engañemos, esto último es tratado de manera muy ligera y en realidad nunca tienen la intención de algo distinto en ese sentido.
Curiosamente, el diseño de los espectros es un tanto genérico, salvo una que otra alma en pena, sólo el villano con su sombrero de copa y cadavérica apariencia de aire a clásico de horror de mediados del siglo pasado, luce la personalidad suficiente para ponerse a la altura de los protagonistas. Finalmente se agradece que, entre los juegos espaciales, puertas falsas, muebles que salen volando y pinturas que se mueven, el director Justin Simien —Bad Hair (2020)— busque equilibrar los recursos digitales con el uso de efectos prácticos, para mantener el grado de humanidad en su Mansión Embrujada, que no es más que una simpática película de fantasmas para entretenerse en el momento y olvidarse casi de inmediato.
DGC
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