La intensa nostalgia del regreso mutante
La serie de los X Men realizada en los 90 se volvió célebre por la seriedad de su tratamiento con respecto a los superhéroes que en esos momentos ocupaban los primeros lugares de ventas de cómics en Estados Unidos haciendo eco del trabajo del legendario guionista Chris Claremont y los exacerbados trazos de Jim Lee, superando incluso a clásicos de su misma casa editorial como Spiderman que, aun así, les seguía el paso muy de cerca, o a Batman que era el único de los títulos de DC cómics que se mantenía dando batalla en los tops.
De tal modo es que presentaba tramas un tanto más elaboradas a lo acostumbrado en este tipo de productos, con tramas a las que sin dejar de lado las pequeñas historias inmediatas que servían de base para cumplir con el formato de episodios autoconclusivos, eventualmente se les iba dando continuidad. Por otro lado, la animación sin ser precisamente innovadora como concepto, sí se alejaba de la pobreza técnica que predominaba apostando por un mayor dinamismo. Es a tales aspectos que este reinicio presentado por Disney y que lleva por título X-Men 97, atiende y acierta al llevar un poco más lejos para otorgarle una identidad que no sólo dependa de la nostalgia, sino que pueda conectar con las nuevas generaciones.
Para ello, la serie parte del punto exacto en que terminara su predecesora y teniendo como escenario principal un mundo convulsionado por el debate sobre los mutantes, el cual diera un vuelco debido al ataque televisado y de fatales consecuencias contra Charles Xavier, para aprovechar que los personajes ya han sido más que presentados e ir directo al meollo de cada una de las problemáticas.
Sin dar demasiados rodeos se desgranan las líneas argumentales entrelazadas habiendo referencia a sagas trascendentales en los cómics que van de Dark Phoenix e Inferno a Age of Apocalypse y The Trial of Magneto entre otras, dejando apenas pequeños resquicios para asimilar el reacomodo de las piezas, lo cual a veces pasa muy de los planteamientos, pero da como resultado que la aventura siempre se mantenga al borde de la tensión ante los cuestionamientos personales como en el caso de Jean que debido a su embarazo se atormenta con el deseo de que tal vez lo mejor para el niño sería que naciera sin habilidades extraordinarias, el replanteamiento del equipo que ahora debe afrontar el posible abandono de algunos de sus miembros y el que surja un nuevo líder que quizá no sea quien ellos esperarían, y el colapso global al que empuja el que las fracciones inconformes con la convivencia pacífica estén teniendo acceso a tecnología centinela.
En lo que se refiere a la cuestión visual hay una cuidadosa depuración. El diseño de los personajes se mantiene, pero hay mayor detalle en los fondos y en la explosión de los colores que busca cierta melancolía e inquietud en los contrastes, mientras los sombreados son más agresivos y el uso de las perspectivas trepidantes enriquece el espectáculo.
Si en X-Men 97 lo vertiginoso del desarrollo y lo minucioso del entramado que les permite ir y venir con solidez de la cruzada social a las batallas espeluznantes entre la experimentación genética y la ciencia antigua e incluso bordear la épica cósmica, hubiera venido acompañado de un compromiso mayor con los temas y sus implicaciones podríamos estar hablando de una pequeña joya, no es el caso, pero aun así se trata de una más que digna continuación de aquella serie que se convirtiera en la favorita de muchas generaciones.
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