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La Casa del Dragón regresa poderosa y flamante

La segunda temporada ofrece una trama emocional y sólida; presenta personajes matizados por sus impulsos
  • Por Redacción
La Casa del Dragón regresa poderosa y flamante

La batalla por el trono de hierro continúa con el estreno de la segunda temporada de House of the Dragon, misma que desde sus primeros episodios se confirma como una orgullosa extensión-precuela de la serie que fuera uno de los más importantes fenómenos de la cultura popular en lo que va de este siglo, pero al mismo tiempo se muestra capaz de ofrecer un acercamiento propio a la fuente de origen. A ello obedece que esta vez el énfasis no sea el impacto de lo truculento, sino la forma en que llegan a ello y cómo impactan modificando la relación entre los personajes, mientras dan tiempo para que el espectador incluso puedan irlo conectando con la realidad.

Así entonces, tras la muerte de Lucerys a manos de su tío Aemond, lo importante no es la reacción que habrá de tener Rhaenyra hacia los responsables, algo que sabemos en su momento llegará; sino en cómo ella va tras los restos de su hijo, porque por encima de reuniones del consejo y otros protocolos, está la necesidad de una madre por tener la certeza que le permita enfrentar el duelo. Situación que nos es ajena a lo que desgraciadamente viven muchas mujeres de nuestros tiempos, orilladas a búsquedas interminables por las desapariciones de sus seres queridos, mientras el sistema de gobierno inoperante se mantiene impasible. Una reina y su dragón llorando la peor de las perdidas, ante un escenario marino en contraste tranquillo y esplendoroso, es una de las primeras conmovedoras postales que nos da House of the Dragon.

Luego tenemos el asesinato al que conlleva al impetuoso revanchismo de Daemond, el cual da origen al célebre pasaje conocido cómo Sangre y Queso, mismo que a diferencia de lo escrito en las novelas aquí muestra la perspectiva de aquellos que son contratados para perpetrarlo, además de que la consigna que reciben es un tanto distinta. Un cambio que, si bien le resta crudeza a la narración de lo que ya de por sí es perverso en todos los sentidos, por otro lado, amplía las posibilidades con respecto al rol de Helaena Targaryen y sus temores de carácter premonitorio —quien originalmente era la que lo contaba—, y que al apostar más por la tensión y el misterio en el desarrollo le dan congruencia al tono ante la obvia renuncia a la literalidad cuando se infiltran en la Fortaleza Roja y llega el punto culminante.

Por supuesto, alrededor las piezas se siguen moviendo, empezando por el encuentro entre un muy joven Lord Cregan y Jace —el otro hijo de Rhaenyra—, quien se dirigió al Norte para pedir el apoyo de la familia Stark, en una secuencia que nos lleva de regreso al Muro de Invernalia, y hace eco de la zozobra con la que terminara la temporada anterior, incluyendo el respectivo viaje en el ascensor donde se entabla una conversación breve pero llena de sentencias e información que serán clave para lo que se nos viene en los futuros episodios.

Sin embargo, ante el peso de las estrategias y negociaciones, esta vez se prioriza el dramatismo intenso que evita la estridencia al dimensionar las circunstancias que construyen. Tal y como sucede con el encuentro entre Jaice y Rhaenyra tras la muerte de Luke, y por supuesto en la procesión a la que se ven obligadas Alicent Hightower y la propia Haelena, quienes deben mantenerse estoicas mientras el cuerpo del pequeño príncipe —nieto e hijo respectivamente—, es exhibido entre las multitudes con tal de reforzar la aversión contra quienes amenazan a la familia reclamándoles la corona. Una secuencia de amarga grandilocuencia, que refiere a cómo las tragedias son utilizadas con fines políticos, tal y como lo vimos hasta el cansancio en los recientes procesos electorales.

Es cierto que, con este regreso de House of the Dragon, los giros de la trama no resultan tan poderosos en su ejecución, pero esto lo compensan con procesos emocionales sólidos e interesantes teniendo como escenarios las alcobas, pasillos y salones de los castillos, delineando detrás de los arquetipos a personajes matizados por los impulsos de sus miedos y sus vicios, tan factibles de bordear fugazmente en el virtuosismo como de sumergirse por completo en la infamia.

Al igual que en Game of thrones, en esta serie es muy superficial hablar de héroes y villanos, pues ésta entiende que sus protagonistas más bien obedecen a una recalcitrante humanidad.

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