Espectáculos

El padre, un duro relato sobre la familia y la vejez

La obra se centra en la relación de un adulto mayor, que no acepta que está perdiendo facultades, y su hija; es estelarizada por Luis de Tavira y Fernanda Castillo
  • Por Redacción
El padre, un duro relato sobre la familia y la vejez

Autoridad familiar, representación patriarcal, símbolo de protección, la figura del padre es expuesta en escena en una profunda y dolorosa vulnerabilidad que trastoca su entorno físico y emocional, que crece con el paso del tiempo, ése que se le desaparece de la mano.

Con un elenco integrado por Luis de Tavira, Fernanda Castillo, Pedro de Tavira, Emma Dib, Ana Sofía Gatica y Alfredo Gatica, actualmente, en temporada, se presenta en el Teatro Fernando Soler El padre (2012) del dramaturgo francés Florian Zeller, quien adaptó exitosamente su propio texto al cine en 2021.

Parte de una trilogía familiar (completada con La madre y El hijo), El padre, en la actual puesta en escena de Angélica Rogel, se interna en la relación entre un progenitor y su hija, ambos inmersos en una asfixiante dinámica, condenada al estira y afloja, llena de encuentros y desencuentros, recuerdos y olvidos, acompañamientos y abandonos… orfandad de la joven, orfandad del anciano.

En escena se fragmenta la memoria de Andrés y se le regresan estampas-flashazos inconexos; la realidad se vuelve un rompecabezas al que cada día le faltan más piezas y pierde su forma; en el cual, los horarios se desvanecen como su departamento, sus pertenencias escondidas en la alacena, su cuaderno, su reloj y su propia hija.

Andrés y Ana entablan un diálogo, que se lleva a cabo en una alargada estancia en tonos azules con puertas corredizas y una inamovible ventana del lado izquierdo. El público observa la mirada del hombre que vive con desconcierto las escenas que se le atraviesan, le brincan, se adelantan, cambian rostros. Para él tienen lógica pero para los demás son demencia, olvido y fastidio.

La cuidadora, la pareja de Ana, el recuerdo de otra hija y de la propia madre son algunas de las figuras que habitan este universo que se colapsa, que se desvanece en la memoria de un hombre con tanta autoridad, inteligencia y carisma, quien se convierte en un anciano sarcástico, colérico, incómodo y, ahora, perdido en una laberíntica trasfigurada repetición que lo acorrala en la fragilidad.

Luis de Tavira (autoridad del teatro mexicano contemporáneo) se mueve de manera magistral por el escenario, ese espacio que conoce perfectamente; el reconocido director de escena deja esa posición para asumir la actuación y aprender líneas de un personaje que olvida sus propias palabras, se interna por los recovecos de la memoria para que en su papel abandone y abrace el desvanecimiento, el desconcierto, el desconocimiento y el desconsuelo.

El diseño de escenografía corre a cargo de Jorge Ballina, quien replica contundente el discurso del texto, ya que en cada escena cambia de lugar objetos, desaparece muebles y transforma pasillos en cuartos; abre y cierra puertas como un reflejo de los espacios que se aperturan y clausuran en la memoria.

Con una duración aproximada de una hora con 30 minutos, la puesta en escena cuenta con la traducción de Guillermo Wiechers, la iluminación de la experta Ingrid Sac, el vestuario de Natalia Seligson y la música original de Hans Warner.

El padre lleva al público amante del teatro por el trayecto descendiente de un hombre que se pierde mientras su entorno avanza sin él; nada tiene sentido, todas las hojas y las ramas de su propia vida se caen, el viento se lleva sus pertenencias físicas y emocionales, la claridad se desvanece y todo se confunde; el tiempo, dolorosamente, se difumina ante nuestros ojos.

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