El libro de las soluciones: ¿Vale la pena ver la película sobre un director de cine?
El particular derroche de ingenio alimentado por la profunda evocación del mundo análogo que se nos fue y una enorme lucidez ante las posibilidades de los efectos prácticos, misma que le valiera a Michel Gondry el ganarse un lugar propio en el panorama fílmico desde los albores de este nuevo siglo con películas como “Eterno resplandor de una mente sin recuerdo” (2004) y “La Ciencia del Sueño” (2006); alcanza inesperados niveles de intensidad al abocarse en el detrás del cine y delinear con “El Libro de las Soluciones”, una personal exposición de la neurótica relación de amor-odio que muchas veces establece el creador con su obra y la lucha con su propia mente.
Por que aunque en principio al presenciar la incomprensión de sus productores, un cineasta decide secuestrar la película que está realizando, para encerrarse a terminarla junto con sus colaboradores en una comunidad rural de Francia, pareciera que nos hablará de la lucha del artista en contra del sistema, esto rápidamente se traslada al campo de la realización fílmica independiente convulsionado por caprichos, ansiedades, obsesiones e inseguridades que impactan tanto en aquellos que trabajan a su alrededor, como en su propia persona.
Como de costumbre, los juegos de edición, los efectos prácticos y la animación tradicional le sirven al también director de “Be Kind Rewind” (2008) para hacer que el entorno, incluyendo los objetos inanimados, se conviertan en una materialización y extensión de la psique del protagonista que entre desiciones intempestivas y a veces insólitas y ridículas, además de evasiones absurdas pues es incapaz de ver el armado de lo que ha filmado, surjan secuencias con sorprendentes mecanismos creativos que se sobreponen incluso al autosabotaje.
Son estos pasajes en veces cómicos los que contrastan la incomodidad y antipatía que llega a generar el personaje otorgándole así una humanidad tan tormentosa e insoportable como encantadora, mientras el ritmo del relato obedece a los pronunciados altibajos de sus procesos emocionales mezclados con un enamoramiento inmaduro y casi infantil.
A veces la trama cae en lo repetitivo y la lógica de la situación con respecto al reclamo por la película que detona el conflicto tiene inconsistencias, amén de que incluye un breve episodio político que poco o nada aporta, pero pese a ello “El libro de las soluciones” se sostiene como una experiencia divertida, algo experimental e interesante, con un Gondry siendo más Gondry que nunca, y eso resulta muy disfrutable.
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