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El hombre gris, una genérica historia de espías

La película protagonizada por Ryan Gosling es una producción para consumirse y olvidarse de inmediato; es la adaptación fílmica de la novela de Mark Greaney
  • Por Redacción
El hombre gris, una genérica historia de espías

Hubo un tiempo en que abundaban las películas protagonizadas por gente como Jean-Claude Van Damme —Timecop (1994)— y su innegable espectacularidad física, o el inexpresivo Steven Seagal —Nico (1988)— y su poco cinematográfico estilo de combate, las cuales contaban con presupuestos ínfimos, guiones sumamente básicos y personajes con mínimo desarrollo. Eran títulos de serie B que terminaban por ganarse un lugar gracias a la televisión y los videoclubs.

Es a esa misma línea que pareciera pertenecer El hombre gris, adaptación de la novela del mismo nombre escrita por Mark Greaney, que, salvo por la enorme cantidad de dinero invertida, lo cual es cierto que redunda en impresionantes alardes técnicos, no tiene mayor diferencia. Y es que a pesar de contar con actores que sabemos poseen la capacidad de entregar trabajos más sólidos, incluso cuando tienen que desenvolverse dentro de lo que son los clichés; los hermanos Russo —directores de películas como Capitán América y el Soldado del Invierno (2014)—, se contentan con presentarles como descafeinados y tardíos héroes de acción.

Así pues, tenemos a un Ryan Gosling —La La Land (2016)— encarnando al típico sujeto impávido que, tras ser condenado por un crimen, es reclutado por la CIA, para formar parte de las filas de una fracción que actúa bajo la sombra.

Su pasado marcado por el maltrato familiar, se supone que es lo que ahora le permite tener la voluntad para soportar violentas caídas, balazos, explosiones, y seguir en batalla, sólo perdiendo algo de sangre, un zapato, y ensuciándose poco.

No hay sorpresas en ese sentido, lo ridículo viene cuando vemos que basta un dardo para hacer cojear un rato a su antagonista interpretado por un caricaturesco Chris Evans —Entre Navajas y Secretos (2019)—, quien todo el tiempo nos presumen que es su equivalente, pero más terrible y letal, un psicópata despiadado e impredecible, y que en realidad nunca lo demuestra, sólo se la pasa como un subcontratista musculoso, luciendo su bigote recortado y riendo cual “villano reventón”.

Pero hay algo aún peor: el hecho de que, aunque dentro de la ficción nos plantean que los protagonistas son especialistas en operaciones secretas, estos se la pasan viajando por el mundo haciendo el mayor escándalo posible y destruyendo cuanto pueden.

Los responsables de las que quizá sean las mejores escenas de acción dentro del cine de superhéroes hacen lo suyo y sacan provecho de los 200 millones de dólares invertidos, elaborando secuencias trepidantes plagadas de fuegos artificiales, con movimientos vertiginosos y perspectivas imposibles, dentro de lo que no es más que un producto vacío de mero entretenimiento destinado al mercado casero, aderezado con algunos chistes medianamente funcionales.

El hombre gris es un vehículo de evasión tipo comida rápida, de esos para consumirse y olvidarse inmediatamente. Pero bueno, al final aquí esa es la gran apuesta de Netflix, que seguramente les dará muy buenos resultados.

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