Back to black, un canto que se queda en susurro
Hay que reconocer que al menos la directora británica Sam Taylor-Johnson le otorga un sello particular y muy conveniente a esta biopic de Amy Winehouse, titulada Back to black, al asemejar su tránsito con el de una ligera composición de jazz, deslizándose cadenciosa y constante al plantear las situaciones que rodean la génesis e irrupción de su protagonista en el escenario musical a nivel mundial, intensificando el paso en correspondencia con sus emociones siempre al límite y que solían aterrizar en la insatisfacción hasta terminar por consumirle, llevándola a ser integrante del llamado “Club de los 27”, artistas fallecidos a dicha edad ya sea por suicidio o sobredosis.
Por desgracia, a la responsable de esa adaptación fílmica con seudopretensiones eróticas de la novela 50 Sombras de Grey (2015), no logra dejar atrás su tendencia a la frivolidad, lo que aunado al afán de mantener la aprobación del padre de Amy, quien funge como albacea de su patrimonio, diluye cualquier tipo de compromiso, no sólo con los temas escabrosos y complejos que quienes conocemos la historia de su protagonista vemos cómo son ignorados olímpicamente, sino con aquellos que la propia película apunta y deja en meros bosquejos, lo cual es más grave.
De tal modo es que sus procesos creativos, su relación de amor-odio con la industria, el acoso de la prensa, la manera en que su tendencia autodestructiva afecta sus presentaciones y relación con el público, además, por supuesto, de los trastornos alimentarios que eran parte de su cotidianidad y del infierno de las adicciones en el que se vio sumergida, los asuntos son tratados con excesiva amabilidad dentro de un pasaje más bien romántico de encuentros y desencuentros. Lo mismo ocurre con personajes como su padre y el novio con el que terminó por casarse y que se convirtió en su obsesión, sobre quienes los claroscuros se manifiestan más bien como pálidos reflejos.
Lo más destacado en este caso es la interpretación de Marisa Abela —Barbie (2023)—, quien se pone a la altura otorgándole matices a la intensidad que mantiene a flor de piel con transiciones alejadas de los meros aspavientos para lograr una convulsa naturalidad salpicada de irreverencia, donde los intempestivos cambios de ánimo están a la orden del día. Amén de que, por otro lado, también se agradece que las canciones no se apoderen tramposamente del protagonismo por el simple hecho de formar parte del colectivo popular, sino que su uso tiene cierto peso dramático.
Por lo anterior, Back to Black no se puede catalogar como un total desastre, en realidad tiene los elementos estilísticos y la consistencia para dejarse ver y satisfacer a quienes no cuentan con demasiadas referencias respecto a quien fue una de las cantautoras que a principios de este siglo refrescó géneros musicales y estéticos, además de que abrió camino ante la visión plástica y arquetípica que se comercializaba de las propuestas femeninas. En cuanto a los fans de Amy, esto no les aportará absolutamente nada, sólo tendrán un estéril encuentro en pantalla que pasará como una cálida, pero intrascendente melodía.
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