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Quinta tarde en la México, un pesar y descaste con estampa

Galimatías de astados, galimatías de coletas, galimatías de juez dan de qué hablar; alrededor de 525 kilos promedió el encierro, el más pesado hasta ahora presentado en el coloso
  • Por Redacción
Quinta tarde en la México, un pesar y descaste con estampa

Y con la noche táurica de Ariadnas del pasado viernes 9 de febrero aún resonándonos con todos sus avisos de autoridad, con todo el misterio de una Rocío Morelli que acarreó su apéndice, con todo el poder de una Paola San Román que dio la vuelta más valiosa hasta ahora en el ciclo de corridas de reapertura de la Plaza México, y con toda la tristeza de una Hilda Tenorio que confirmó dejando un bicho en los corrales, el segundo en estas semanas que ya pesan de mansedumbre y remolinos de malhechuras en el pandero de arena…

Con todo y eso, cayó la quinta cita de la reapertura –y ya se sabe qué se dice sobre el quinto malo–, ahora sí ya sin sombras de prohibición, pero sí con resquemores que en esta crónica se han hecho manifiestos. ¿Cuánta verdad hay en los tribunales? ¿Cuánta en los corrales? ¿Cuánta en las afrentas porriles que siguen llenando el edificio monumental de la colonia Nochebuena?

Ningún mariachi, ni con tanta asonancia, haría ninguna diferencia, no obstante el paseíllo ocurrió con retraso rechiflado para un Alejandro Talavante, seis años después de algo en La México, llegó a entablar diálogo con Independiente, listón cárdeno caribello que le dio la primera oreja con vuelta, a pesar de su limitada movilidad advertida por todos.

A Héctor Gutiérrez, de Aguascalientes, con pocos toros en su haber, pero muchos éxitos en lo que va de un año, con 26 años, seis de alternativa, le colgó su Heroico lomitendido cornivuelto un agujazo que le valió la salida a enfermería, con femoral en dos trayectorias (20 y 22cm), y la estocada para el de Badajoz, que luego dio la vuelta con su segundo en suerte, Mexicano, con el que falló la suprema pero, siempre pero.

Héctor, fino, nos hizo pensar en una posible salvación de la quinta tarde, lástima de su parte médico con el que seguimos calculando el serial con todo y Zulaicas que quieren triunfar de por medio.

A Octavio El Payo, de Querétaro, que la última vez que pisó el ruedo de Insurgentes volteó todo el vestido, no le aclaró una tarde con todo y la gran suerte de matar a más de dos sin ole comprometido, sin público que no le acordara sus desgracias de callejón, sin rastro de imagen de un fantasma prepandemónium.

De cierraplaza, pensemos, hay en los Villacarmelas dos esperanzas: la que provoca, y la que convoca.

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