Con una fiesta para guiarlo al Mictlán: así celebraban Día de Muertos en la época prehispánica
- Por Redacción
Cuando en la época prehispánica alguien moría, lo tradicional era colocar su cuerpo sobre un petate, una especie de alfombra hecha de hoja de palma; después, se acostumbraba realizar una fiesta para guiarlo en su recorrido al Mictlán, ese inframundo que tiene nueve niveles y que comienza con el Itzcuintlan, un lugar en donde después de cuatro años de superar obstáculos y medir la fortaleza del ánima, se era recibido por xoloitzcuintles, para cruzar el río y superar el primer nivel.
Alrededor del cuerpo, colocaban veladoras para alumbrar este recorrido, así como platos con comida para que la consumiera en caso de que durante el camino, sintiera hambre. La visión indígena de lo que hoy es el Día de Muertos, es definitivamente lo que nos da ese marco histórico para saber cómo es que en las épocas prehispánicas se celebraba esta tradición que sigue siendo una de las más importantes del país.
Se calcula que el origen de esta celebración de Día de Muertos tiene aproximadamente tres mil años de antigüedad. Se recordaba a los que ya habían partido a uno de los cuatro lugares a los que podía ir el Tonalli, nombre que se le daba al alma o espíritu. La celebración, entonces, se realizaba en la veintena del noveno mes: Tlaxochimaco o Micailhuitontli; y del décimo mes, conocido como Xócotl Huetzi o Huey Micailhuitl.
En Tlaxochimaco, que era la conocida como "festividad de los muertecitos", se ofrendaba cacao, cera, aves, semillas, copal y comida. Hombres y mujeres bailaban abrazados y tomados de las manos. Los ancianos bañaban a los niños y les cortaban el cabello para emplumarlos. Un ritual que se ofrecía para que los niños no murieran.
En Xócotl, se levantaba en el patio de los templos un madero llamado Xócotl, en la cúspide había un ave hecha de amaranto; el madero debía ser derribado, aunque previo a esto, hombres y mujeres bailaban alrededor de él, ofrendando comida y pulque.
De acuerdo a la cultura prehispánica, se decía que los muertos podían ir a cuatro lugares específicos: el Tonatiuhichan o Casa del Sol, a donde iban los guerreros, las mujeres que morían en su primer parto y luego de cuatro años, se creía que ellos regresaban en forma de colibrí o mariposa. El otro lugar era Tlalocan, a donde iban las personas que morían ahogadas o que su muerte tenía que ver con el agua.
Mictlán era el tercer lugar. Ahí iba todo aquel que fallecía de manera natural. Ese es el famoso inframundo de nueve niveles; el primero es Itzcuintlan, lugar del que te hemos hablado anteriormente en La Razón y del que puedes consultar más información haciendo click AQUÍ.
El último lugar era Chichihuacuauhco, destinado a los pequeños. Se creía entonces que iban a un lugar en donde había un enorme árbol, del cual escurría leche de sus ramas para que ellos pudieran beber y se siguieran alimentando. Como verás, la muerte entonces era muy celebrada, tal y como sucede hoy en día, viéndose básicamente como una visión prehispánica.
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