Panteón de Mixquic se llena de luz y flores para despedir a los muertos
- Por Redacción
Miles de personas se dieron cita ayer en el Panteón de Mixquic, en la alcaldía Tláhuac, para presenciar la tradicional alumbrada, con la que fueron despedidos los difuntos en su regreso al otro mundo.
Desde temprano la gente empezó a llegar, entre ellos decenas de turistas de otras entidades y del extranjero, por lo que en cuestión de horas el espacio quedó saturado.
Pero los primeros en arribar fueron los familiares de los difuntos, equipados con escobas, cubetas y trapos, para desempolvar las tumbas y poder decorarlas con aserrín, cempasúchil, veladoras y globos.
La conmemoración del Día de Muertos comenzó desde las 14:00 horas con un concierto de violín, al que siguieron danzas folclóricas, y teatro.
Los visitantes a este Barrio Mágico de la capital quedaban sorprendidos por la gran cantidad de papel picado que había sobre las calles, la decoración de las fachadas y el olor a incienso.
Fue alrededor de las 18:30 horas cuando los pobladores empezaron a prender las veladoras. Y para cuando sonaron las campanas de la iglesia de San Andrés, media hora después, ya todo el panteón estaba iluminado, con luces que hacían resaltar más el color naranja de las flores de cempasúchil.
Se realizaba de esta forma la alumbrada, el evento cúspide de las conmemoraciones en el pueblo de Mixquic, con el que se ilumina el camino para que las almas de los muertos sepan cómo regresar a la otra dimensión.
El movimiento no cesaba en el lugar. “Nosotros como familia acostumbramos venir y hacer nuestras oraciones, porque es un acto con valor sagrado, honramos mucho a quien ya no está con nosotros”, dijo a La Razón Patricia Mercado, cerca del mar de tumbas coloridas.
Y externó: “No tengo ningún difunto aquí, porque yo soy originaria de Sonora, pero me gusta venir en nombre de los míos y poder acompañar a los que nadie acompaña, así como a mí me gustaría que alguien me dejara un detalle en las tumbas de mis muertitos”.
El contraste de sentimientos salió a flote, pues con caras de alegría muchos compartían momentos con amigos o familiares, se tomaban fotografías o miraban sorprendidos los detalles de cada altar, mientras que el semblante de otras personas reflejaba melancolía o tristeza a la luz de las veladoras, y no faltó quien soltara lágrimas de dolor al recordar a sus seres queridos.
Clemente perdió a sus dos hijos de 21 y 26 años, quienes eran estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La tragedia ocurrió hace nueve años, cuando salieron de clases, y en el trayecto a su domicilio les arrebataron la vida después de asaltarlos.
“Antes de lo que le pasó a Miguel y a Javier estas fechas me daban igual, ahora las espero cada año porque entendí que es una manera de sentirlos un poquito más cerca”, comentó el padre, sin dejar de observar el panteón iluminado.
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