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Millones viven Pasión de Cristo en Iztapalapa

Acuden a la 181 representación 2 millones 483 mil personas desde el Domingo de Ramos; ayer, en el Viacrucis, participaron 1 millón 385 mil; cuidan procesión más de 3 mil elementos; reportan saldo blanco
  • Por Redacción

Para dejar de beber o consumir alguna sustancia, para pedir por el alma de un ser querido fallecido o en agradecimiento por haber salido de alguna enfermedad y hasta para que haya agua, es que miles de personas con cruz al hombro acompañaron la 181 representación de la Pasión de Cristo en la alcaldía Iztapalapa, considerada ya un Patrimonio Cultural Inmaterial de México.

A José Arturo se le pelaron las plantas de los pies casi una hora después de iniciar su viacrucis personal, como los miles de nazarenos que participaron. El asfalto caliente por los rayos del sol, que desde temprano cayeron, no le jugaron a favor y quedó tendido a la vuelta de la calle Luis Hidalgo Monroy, donde paramédicos limpiaron las heridas y le recomendaron detenerse.

“Nombre, yo le sigo, a Jesucristo se lo llevaron a latigazos y no dejó de caminar”, dijo el hombre de 42 años y habitante de la alcaldía desde hace 12 años, de los cuales los últimos dos decidió caracterizarse de nazareno, ponerse una corona de espinas en la cabeza y cargar una cruz de madera que su padre llevó hasta 2019 y luego dejó de hacerlo tras contraer Covid-19.

“Pero mi padrecito sigue vivo, Dios no se lo llevó, me lo dejó aquí, a mi familia, yo ya tengo trabajo y necesito que las cosas sigan así porque ahorita ya está muy difícil y por eso luego uno cae en el vicio”, contó Arturo, quien después de conseguir unos huaraches se colocó la corona y continuó su trayecto cargando la cruz que, con los años, ya casi ha quedado afilada del extremo inferior.

Eran bebés en carriolas o sobre los hombros de sus padres; niñas y niños de entre ocho y 12 años, adolescentes; descalzos, en huaraches o tenis, mujeres y hombres de hasta la tercera edad caminaron los casi diez kilómetros del recorrido. Unos iban con la habitual túnica blanca con morado; otros, con el torso descubierto y algunos más se decidieron por usar ropa como la que portan un día normal.

El arranque de la caminata habitual para representar cada pasaje de la crucifixión se dio luego de las 10:00 horas, con cinco mil 300 paramédicos, policías, guardias nacionales y servidores al frente y tuvo 2 millones 483 mil de asistentes este año.

Para calmar el hambre y sed de quienes hicieron posible esta edición, centenas de familias y voluntarios se instalaron en cada esquina y cualquier hueco que encontraban para regalar botellas de agua y comida a los nazarenos.

Tal fue el caso de doña María Elena, quien se animó a contribuir de esta forma y, junto a su esposo, preparó gelatinas, arroz con leche y coció huevos que desde temprano obsequió a quien lo recibiera.

“Es la primera vez que salgo, porque dije ‘pues nunca lo hago, no me quita nada regalarle un taco a la gente que está caminando para cumplir sus mandas y sí están haciéndolo por algo bueno, pues yo me les uno. Me nació hacerlo”, dijo.

La escenificación corrió según lo planeado por las autoridades de la alcaldía Iztapalapa y sin altercados mayores: Judas entregó a Jesús, intentó devolver las 30 monedas de plata que le dieron a cambio y esto fue rechazado por los sacerdotes. Poncio Pilato enjuició al “hijo de dios” y éste fue azotado, para luego cargar cuesta arriba y durante diez kilómetros una cruz de madera que pesaba casi cien kilos.

Este 2024, este papel principal lo ocupó Cristopher Gómez, un joven de 22 años, que al caminar por los ocho barrios de Iztapalapa atraía las miradas de vecinos que salían de sus casas, brotaban de las azoteas o se asomaban por alguna ventana. Llegó hasta el Cerro de la Estrella para culminar la escenificación. Al momento de ser subido a la cruz junto a Dimas y Gestas —interpretados por Juan Carlos Santillán y Martín Reyes, respectivamente—, decenas de cruces fueron elevadas y iel cielo despejado de la semana cambió por las nubes que se formaron sobre la capital del país y regalaron sombra, al menos en aquel punto, a las decenas de nazarenos que descansaban sobre la tierra seca del cerro.

“Yo estoy agradeciendo que mi niño nació bien; la otra semana iré a jurar a La Villa para dejar el alcohol, aquí empiezo; nada más pido para que mi hermano descanse en paz, que se nos fue en diciembre; entre todos cargamos la cruz, para pedir estar bien de salud, tener trabajo, para que haya agua, como no, también eso que no se nos olvide”, dijeron los nazarenos.

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