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Villa olímpica cuenta la vida de los hijos del exilio

Sebastián Kohan Esquenazi cuenta a La Razón que quiso poner al frente a los niños chilenos y argentinos que llegaron a México; aborda conflictos de identidad y el desarraigo
  • Por Redacción

En la década de los años 70 exiliados de Argentina y Chile llegaron a México huyendo de las dictaduras en sus respectivos países, venían con hijos pequeños que comenzaron hacer una vida en Villa Olímpica, un complejo de 30 edificios en la Ciudad de México que se convirtió en un espacio de libertad y de comunidad para ellos, pero que un buen día tuvieron que dejar porque sus padres decidieron volver a sus naciones de origen. Una historia poco contada que el director Sebastián Kohan Esquenazi aborda en el documental Villa Olímpica.

“Es una película que tiene un origen en los años 70, pero no se trata de la historia de nuestros padres, en algún punto te diría que ni de nosotros, sino de la condición del migrante, desde una visión particular, qué pasa dentro de la cabeza de los niños migrantes, sean ricos o pobres, cómo se enfrentan a las identidades de los países a los que llegan”, comentó en entrevista con La Razón Kohan Esquenazi.

El director llegó a México de Chile cuando tenía un año y a los 13 tuvo que volver a su país natal donde vivió conflictos de identidad y el desarraigo.

“Pienso que el desarraigo en la vida de la gente no nace en el momento en que uno migra, sino cuando uno vuelve porque a la distancia uno mantiene el origen, es como si uno se va en barco de Argentina a México, pero deja el ancla puesta en Argentina, la cuerda es lo que nos une, pueden pasar 50 años y seguir ahí, el problema es cuando uno vuelve al lugar donde está el ancla, ya no encuentra su hogar, ya no se siente de ahí, la gente ya no nos reconoce, ¿a dónde nos vamos?, ahí surge el desarraigo, cuando uno ya no tiene donde poner el ancla, es cuando comienzan estos conflictos identitarios, lo que nos pasó a los hijos de exiliados es lo que les ocurre a los hijos de migrantes en el mundo”, agregó el realizador chileno.

Kohan Esquenazi parte de la historia de Pablo, un argentino que llegó a Villa Olímpica a los dos años de edad y quien sufrió el asesinato de su padre. De este testimonio se derivan otros de hijos de exiliados que van tejiendo cómo fue llegar a un país distinto al suyo, cómo este complejo habitacional se convirtió en una pequeña Sudamérica donde compartían juegos y amistades, pero también el hecho de no ser mexicanos.

“Pablo, un dramaturgo argentino, francés, mexicano, se convirtió en un hilo conductor por su capacidad narrativa y expresiva, además del hecho de que su vida ha sido muy dramática, el asesinato de su padre lo viene contando en diferentes instancias a través de una maqueta, él la inventó como un dispositivo narrativo, quiere que contemos nuestros traumas sin que eso se transmita al interlocutor como una maleta muy pesada; lo que le pasó es innombrable, entonces la maqueta es como contarlo a través del reflejo de espejo, nos enseñó mucho sobre cómo contar nuestras vidas”, explicó el cineasta, quien con este documental compite en el Festival Internacional de Cine de Morelia.

Para el también director de Buscando a Panzeri, a través de videos de la infancia de los protagonistas, de anécdotas y fotografías, era importante sacar a la luz los conflictos que pasaron.

“Nuestros padres regresaron a sus países de origen a vivir las democracias, en ese contexto, nosotros los niños cuando llegamos a ese lugar nos dimos cuenta que no habíamos vuelto, sino que nos habíamos ido de nuevo. Cuando en México nos decían chilenos o argentinos, en Chile nos decían mexicanos, se generan muchos traumas infantiles, conflictos identitarios, me parece que es un poco la esencia de la película, sobre todo porque es algo de lo que se habla muy poco, la historia de nuestros padres se ha contado mucho, nosotros hemos contado mucho nuestras historias a través del código político de nuestros padres, creo que pocas veces se le había hecho justicia a nuestra historia, que entre comillas son historias infantiles; sin embargo, son conflictos identitarios”, apuntó.

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