¿Qué ver hoy? Guerra civil, casi un portento fílmico
- Por Redacción
El nivel de inmersión que el otrora director de esa inquietante disección de la masculinidad llamada Men (2022) y de la cautivadora disertación frankensteniana Ex Máquina (2014), consigue desde los primeros minutos y mantiene durante prácticamente toda la película, no es gratuito y mucho menos el mero efectismo que las interpretaciones más simplistas aterrizaran en un aviso del peligro de enfrentar una situación similar, como si no supiéramos que tal amenaza ha acompañado siempre latente a las sociedades modernas. En realidad aquí hay mucho más que eso.
La irrupción sonora reclamando el mismo protagonismo de la grandilocuencia visual que luce a la hora de dar forma a una ficticia guerra civil en los Estados Unidos, con la que empuja los sentidos del espectador cuál si le abriera paso a las tribulaciones de una fotógrafa experimentada, una joven que se inicia en dicha labor, un corresponsal impetuoso y otro veterano, está enfocada para vincularle y enfrentarlo con los acentos que apuntalan la narrativa, donde replica la capacidad del lenguaje impreso para congelar el tiempo y eternizar un pedazo de realidad, uno que se vuelve ineludible y revelador de la condición humana alterada y evidenciada por los conflictos donde la empatía y el espíritu solidario cobra otro significado y a veces se extingue de forma irremediable, con la locura como subterfugio de los prejuicios.
Es en esos parpadeos en los que tras un click el relato guarda un silencio demoledor para arrojar mustios reproches entre la adrenalina y ese resabio de hastío posterior a las jornadas más álgidos, que emerge la amarga reflexión atormentada por cuestionamientos respecto a lo que los clásicos denominaban como el oficio del periodismo. Dudas e interpretaciones sobre sus verdaderos fines y efectos reales, sobre los límites entre el testigo que se afana en ser un vocero que motive a la toma de conciencia, y el ególatra que busca la gloria caminando sobre la sangre que a pesar de que es regada por otros también le salpica, mientras solo se limpia reservándose el derecho a llorar y arrancarse las vestiduras bordeando la conveniencia.
Para hacerlo aún más perturbador, el eco de esas preguntas se queda suspendido uniéndose a la vitalidad de secuencias cuyas pretensiones operísticas siguen los lineamientos de las más grandes representantes del cine bélico, aludiendo cielos transgredidos por vehículos militares en paisajes convulsos y casi febriles, que sirven de transiciones para arropar con una desencantada seducción.
Lástima que hacia el último cuarto, luego de que algunos personajes parecieran estar demasiado pensados como secundarios que sirvan para morir, el destino de las protagonistas se vuelve predecible y al llegar el momento de hacerlo efectivo la ejecución caiga en el lugar común de las películas de acción, por lo cual Guerra Civil de Alex Garland se queda a un par de pasos de ser un verdadero portento. Aún así es una de sus mejores películas y de las más estimulantes experiencias cinematográficas que encontraremos en el año.
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