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La Ternura, una lucha de sexos en la que gana el amor

Dos grupos, uno de mujeres y otro de hombres, se van a una isla para no saber nada del género opuesto; el director Benjamín Cann destaca la importancia de abrazar las diferencias
  • Por Redacción

Un leñador decide irse a una isla para “salvar a sus hijos” de las mujeres y una reina se va a un lugar recóndito para alejar a sus hijas de los hombres, pero el destino les demostrará la importancia de abrazar las diferencias, de entender al otro y lo esencial que es el amor. Ésta es la premisa de la puesta en escena La Ternura, una divertida comedia de Alfredo Sanzol, que hace guiños a Shakespeare y a Francisco de Quevedo.

“La obra trata de cosas que nos están sucediendo, no sólo entre los géneros. En una isla llegan seres de diferentes naturalezas, aprenden a través de la ternura, de los gestos de amor, a convivir. Al final el leñador marrón dice ‘no existen lugares, islas a donde tengamos que irnos para vivir lejos, este mundo es para convivir’”, compartió en entrevista con La Razón Benjamín Cann, director de esta producción que estará en la cartelera teatral mexicana hasta el próximo 26 de mayo.

Los hombres que conforman esta trama son el leñador marrón y sus dos hijos, a quienes ha querido tanto alejar de las mujeres y les ha hecho un retrato tan oscuro de ellas que el más pequeño jamás ha conocido a una.

“El leñador marrón es un hombre que ha tenido a dos mujeres en su vida, lo cual le ha parecido suficiente para alejarse de todas, porque le rompieron el corazón. Se lleva a sus hijos a un lugar donde no hay mujeres para que no sufran. Tiene un hijo, el leñador verde mar, que ya cumplió los 40 años y estuvo casado, es un hombre tonto, ve la vida desde un lugar muy simple, se cuestiona la sexualidad, porque empieza a enamorarse de lo que él cree un hombre, llega a una aceptación simple de la doble sexualidad; hay otro leñador, el azul cielo, el más chico, un gran romántico, es el personaje más tierno de toda la obra”, detalló Cann.

Del lado de las mujeres está la reina Esmeralda y sus dos hijas, quienes salieron de Inglaterra porque su padre quería casarlas con unos nobles.

“A ella también le ha ido mal con los hombres, quiere irse a una isla donde no haya hombres, porque no las dejan ocupar un lugar en el mundo, además las usan y no son proveedores del amor que ellas quisieran o ilusionan con tener”, resaltó.

Respecto a las hijas, “la princesa Rubí, una mujer que a sus 40 años ha tenido mala relación con los hombres porque no le hacen caso, se siente fea y representa la parte más pasional de toda la historia, es una mujer caliente de sexo, amor, cariño, respuestas; y la más pequeña, una romántica que se ilusiona con vivir en un lugar donde no pongan las reglas los hombres, una república de mujeres, pero es la que primero se enamora de un hombre que tiene un gesto noble con ella, es la muestra más concreta de ternura de esta obra también”, comentó el director.

La puesta en escena, bajo la producción de Morris Gilbert evoca el teatro isabelino: “La hace un ensamble de actores que todo lo que necesita es creer en lo que está diciendo, se lleva a presentar su obra con unos telones, una utilería mínima y la creencia de que esos telones pueden ser un galeón, el bosque, una cueva, sólo hay estos telones y pocos elementos de utilería”, compartió Benjamín Cann.

La obra, que se presenta en el Nuevo Teatro Libanés, cuenta con las actuaciones de Alejandro Calva, Mónica Dionne, Arap Bethke, Carla Medina, Pierre Louis y Luisa Guzmán Quintero.

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