La mesita del comedor: ¿por qué tienes que ver la película de terror española?
- Por Redacción
Pocas películas pueden catalogarse de extremas no por lo explícito de sus imágenes, sino por el desarrollo de la situación. “La mesita del comedor” es una de ellas, propuesta del español Caye Casas —“Asylum:Twisted horror and fantasy tales” (2020)—, que sigue los lineamientos de la comedia de situación, complicando cada vez más la circunstancia del protagonista, pero contrario a la estridencia usual del subgénero, apuesta por la contención para retorcer el planteamiento hasta convertirse en un brutal recordatorio del cine como una experiencia que se mete en la psique y remueve las entrañas, estimulando al espectador al grado que incluso no pueda soportarse a sí mismo.
La escena de unos padres primerizos y ya un tanto mayores cuya convivencia está al borde del colapso y discuten por la compra de una mesita para el comedor, la cual luce diálogos agudos dentro de un mecanismo perfectamente ajustado, es solo la divertida introducción llena de la incomodidad que será llevada a niveles insospechados durante el cruel descenso del protagonista hacia al infierno de ironía, ese que preferimos ignorar pero que acecha desde una cotidianeidad de incidentes tan posibles que resultan perturbadores.
A la trama se agrega la presencia de un vendedor demasiado acomedido, una adolescente algo confundida —por llamarlo de alguna manera— y una pareja con una clara diferencia de edades, lo cual sirve para apuntar a terribles implicaciones sobre el abuso, la hipocresía disfrazada de amabilidad y lanzar algunos dardos al autoengaño, lo cual con una naturalidad que raya el descaro y sin perder nunca el ritmo de creciente implosión ante una circunstancia de la que no hay salida, hace aún más políticamente incorrecta la propuesta.
La austeridad de los escenarios que apenas incluyen algunos espacios vacíos y un departamento, no impide que estos sean aprovechados para ofrecer perspectivas donde la geometría —como en el caso de las escaleras—, y la mirada a través de puertas entreabiertas, sirvan para generar la inquietud y hacer explotar la tensión en el momento justo.
Hay un par de momentos en que la ficción con respecto al cuidado y atención de un bebé pierde cierta verosimilitud, pero son parpadeos sin mayor importancia que fácilmente se dejan pasar de largo en favor de lo que se convierte en un reto casi de sadomasoquismo para el público, que por lo mismo no es para todas las sensibilidades, pero que no dejará impasible a quien se atreva a aceptarlo.
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