Espectáculos

Desafiantes, un intenso set lleno de pasiones

La película habla sobre los códigos de la amistad, la pareja y los juegos de poder; el polémico erotismo es el aderezo que corona el estilizado y embriagador filme
  • Por Redacción

Una vez más queda patente la minuciosa versatilidad con la que el director italiano Luca Guadagnino —Hasta los Huesos (2022)— pone su capacidad para evitar los lugares comunes y refrescar fórmulas en Desafiantes, al completo servicio de las necesidades de un entramado en que los códigos del drama sobre la amistad y la pareja comulgan a la perfección con los del pasaje deportivo, para hablar de los roles de poder logrando un natural paralelismo entre las acciones en las canchas y las actitudes en la vida personal de un inusual triángulo amoroso entre jugadores de tenis interpretados por Josh O’Connor —La Quimera (2023)—, Mike Faist —Amor sin barreras (2021)— y una cada vez más carismática Zendaya —Spider-Man: Sin camino a casa (2021), Dune II (2024)—, cuya química muestra variados matices y se intensifica conforme aumenta la complejidad de las situaciones.

Los trazos de la estética son de una limpieza refrescante y casi plástica, lo mismo sucede con la labor de los actores cuya certeza de puntos de partida y objetivos a seguir les permite generar, sostener y empujar con soltura los tejidos emocionales que se enredan con claridad para liberar los conflictos como la exhalación tras los momentos más intensos de un partido, y sin caer en los sobresaltos.

Es solo cuando el relato se extiende innecesariamente en un par de encuentros con explicaciones, que se hace un tanto cansino el estira y afloja de las relaciones y rivalidades, pero eso no es suficiente para que pierda el paso el que por encima de todo es un refrescante ejercicio de ritmo con los puntos de tensión llevados al máximo, vestido con seductores y efectivos artilugios visuales que van de la cámara subjetiva, a las tomas desde abajo de los pies de los personajes, los cuales aparecen de forma gradual y siempre con un sentido dramático. En cuanto a las ínfulas de erotismo que Desafiantes lucía desde los avances, ni son lo más sobresaliente ni lo más trascendental, son solo el llamativo aderezo que acompaña un muy estilizado y embriagador pasaje fílmico donde cada golpe de raqueta y cada desplazamiento frente a la red se traducen al campo emocional convertido en un torneo sin el glamour del Grand Slam, pero en el fondo con la misma exigencia.

Se trata de una intensa e inteligente exposición sobre los sentimientos que al igual que la pelota van y vienen arrojados con intención y buscando la conveniencia, aunque siempre a expensas de llegar a terminar obedeciendo al corazón.

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